5 Domingo de Pascua

Homilías de cuatro minutos

La vid y los sarmientos

A Jesús le encanta hablar en parábolas. Se da cuenta de que no nos es fácil comprender lo que nos dice y utiliza comparaciones para que entendamos mejor las cosas de Dios. Le resulta difícil hablar del más allá. Una viña era muy preciada en el mundo antiguo. La gente peleaba por ellas. Para nosotros es más bien un negocio. Pero para ellos era su futuro. Producía vino, uva y pasas; fruto y bebida para todo el año, especialmente cuando no era fácil conseguir agua potable. Una buena viña era una fortuna de por vida.

El Antiguo Testamento utiliza esta imagen. El Salmo 80 habla del pueblo de Israel como una vid: “Hiciste venir una vid de Egipto; echaste las naciones, y la plantaste. Limpiaste sitio delante de ella, e hiciste arraigar sus raíces, y llenó la tierra.” En el libro del profeta Isaías, Dios se queja de que a pesar del cuidado que ha puesto en su viña, sólo ha dado uvas amargas. Jesús utiliza esta imagen en su parábola de los viñadores homicidas para explicar cómo los judíos rechazaron a Jesús. En el Evangelio de hoy la comparación es diferente, más personal. Jesús es la auténtica viña, porque el vino antiguo, el pueblo elegido, ha sido transformado en el nuevo, la Iglesia.

Esta parábola tiene que ver mucho con producir fruto, el que Dios quiere que causemos. Dos simples preguntas nos pueden ayudar: ¿Estamos recogiendo fruto? ¿Producimos lo que Dios quiere? Es importante ser sinceros, porque es muy fácil engañarnos. No estamos con los brazos cruzados. Algo si estamos haciendo, pero quizá no sea lo que Dios prefiere que hagamos. Puede que sean uvas amargas. Todos nos damos cuenta de que no producimos suficiente; podemos hacer más. Vamos a examinarnos para ver como incrementar el producto.

Esta parábola nos revela el secreto de cómo ser más productivos. Es muy simple: unidos a la vid, a Jesús. Cuanto más unidos estemos, más fruto produciremos. Estas son palabras sinónimas de unión: inmersión, identificación, intimidad, inhabitación. Todas comienzan con “in”, dando la impresión de que nos introducen en Cristo, centrándonos en él. San Pablo habla de llegar a ser Jesús, ser el mismo Cristo. ¿Cómo puede ser? Tiene que ver con dejar a Jesús que viva en nosotros, dejándole el control de nuestras vidas. Es como dejar a Jesús que entre en nuestro coche. Le podemos pedir que vaya atrás, en el asiento de al lado, o incluso en el maletero. Debemos dejarle que coja el volante.

Cuando llega el invierno hay que podar las vides. Hay que saber hacerlo. Requiere ser buen conocedor de la técnica. Una buena cosecha depende de ello. Cuando se podan, las vides parecen desnudas, sin ramas. Es un paisaje completamente diferente. En invierno las vides parecen muertas, de color marrón y despojadas. En verano están verdes y con ramas creciendo para todos lados. Nosotros también necesitamos ser podados para dar más fruto. La poda son los obstáculos y las contradicciones, la cruz en una palabra. Sino dejamos que Jesús nos renueve, no podremos producir lo que Dios quiere.

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